Las galletas de Internet, conocidas como “Cookies”, nos facilitan la navegación. Precisamente esa facilidad para navegar las convierte en un monstruo para nosotros que nos volvemos demasiado vulnerables.
Una cookie (o galleta informática) es una pequeña información enviada por un sitio web y almacenada en el navegador del usuario, de manera que el sitio web puede consultar la actividad previa del usuario (Fuente: Wikipedia).
Las “galletas de la red” no son algo nuevo que hayan implementado recientemente en nuestro Internet. Cualquiera de nosotros habrá comprobado como cuando accedemos a Internet nos aparecen publicidades que coinciden “al dedillo” con nuestros gustos, con nuestras búsquedas recientes relativas a necesidades de compras online, reserva de hoteles, información sobre un producto concreto, etc., etc., etc.
.
Digamos que las cookies son pequeños archivos informáticos que se almacenan en nuestro dispositivo, son como un pequeño trozo de la página web que hemos visitado, y que guarda información sobre lo que hemos visitado, y sobre todo de quien somos, nuestra conexión, nuestro usuario en determinados sitios web, etc.,
Gracias a las cookies, cuando accedemos a una página web, que ya habíamos visitado previamente, esta se pone en contacto con nuestro navegador (Firefox, Chrome, Explorer, etc.), “lee” la cookie que había “implantado” en nuestro sistema y nos muestra, de forma mágica, nuestras preferencias de búsqueda directamente. Ese hotel maravilloso en nuestro lugar de vacaciones elegido, o la propuesta de un complemento para el artículo que habíamos comprado online hace unos días.
Las cookies nos hacen la “cibervida” un poquito más fácil. Cuando iniciamos sesión con nuestros perfiles en redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) o en cualquier servicio en el que necesitemos acceder con nuestro usuario y contraseña y nos desconectamos, sin salir de nuestro perfil, hacemos que nuestra información personal quede guardada en la cookie de ese servicio, lo cual hace que cuando regresamos no es necesario que nos volvamos a identificar, la cookie se lo “chiva” y nos identifica.
Las cookies en sí mismas no son peligrosas para nosotros, siempre que sean bien gestionadas nos facilitarán nuestra navegación, como ya hemos visto. Sin embargo, si nuestras cookies caen en manos de “ciberdelincuentes”, pueden ser utilizadas contra nosotros al estar en posesión de nuestra “privacidad” que harán algo con mayor repercusión negativa hacía nosotros que unos simples anuncios publicitarios.
Existen varios tipos de cookies pero nosotros vamos a centrarnos solo en dos:
Las Cookies de sesión – Son cookies temporales, que se borran cuando cerramos nuestro navegador. Al regresar al sitio web no nos reconocerá por lo que deberemos volver a “identificarnos”, generando una nueva cookie que volverá a ser temporal y específica para el tiempo que estemos utilizando el servicio, borrándose al finalizar.
Un buen ejemplo sería las cookies que deberían de utilizar los servicios de banca online no dejando ningún tipo de rastro de nuestro paso por nuestro “ciberbanco”.
Las Cookies permanentes – Estas cookies se almacenan de forma permanente en nuestro navegador, de forma que cuando regresamos a la página web que la creo nos reconoce automáticamente mientras tengamos esa cookie almacenada. Estas cookies desaparecen cuando las borremos de forma manual, o cuando “autodestruyan” una vez que expire su tiempo de “vida” que lo habrá establecido la página que nos la creó.
Ya hemos visto que las cookies “publicitarias” juegan un papel fundamental para portales de compra venta o tiendas online, que fue principalmente el motivo por el que aparecieron, puesto que almacenan nuestras “preferencias y costumbres” lo cual hace que seamos fáciles de “satisfacer”, como compradores potenciales, al conocer nuestros gustos. Pero este interés comercial no es el mayor peligro al que nos enfrentamos por la “utilización” de nuestras cookies
IMAGINEMOS QUE… cuando utilizamos un ordenador que no es nuestro cerramos el navegador directamente y dejamos abierta la sesión de nuestro perfil en redes sociales, o cualquier otro servicio web. O simplemente que perdemos nuestro dispositivo móvil que no tenemos securizado con patrón, pin, o cualquier otra forma de protección de acceso.
Cuando otra persona tenga acceso a ese ordenador o dispositivo (Smartphone, Tablet, etc.), y visitase la misma página que nosotros, gracias a las “galletitas” que hemos dejado en el equipo, podría tener acceso a todos nuestros datos personales, e incluso poder llegar a suplantar nuestros propios perfiles en redes sociales (Facebook, Twitter, etc.)
IMAGINEMOS QUE… aunque utilicemos nuestros propios ordenadores y/o dispositivos móviles, lo hagamos a través de redes Wifi públicas (estaciones, restaurantes, hoteles, etc.), o que un “amable vecino” no permite utilizar.
Entre el tráfico que generamos, y que pasa por ese router, que no es el nuestro, pasa toda la información que intercambiamos con Internet, incluidas nuestras ya famosas “galletas” (cookies), con nuestros datos de inicio de sesión, que serán accesible a quien controle ese router, o que se encuentre en la misma red wifi que nosotros y disponga de unos mínimos conocimientos para utilizar un sencillo programa que se encargará de interceptar e interpretar esa información.
IMAGINEMOS QUE… los malos “secuestran” nuestra sesión o suplantan las webs donde solemos acceder, o simplemente nos “introducen” una “galleta envenenada” (cookie maliciosa), estarán en posesión nuevamente de nuestra “cibervida”. Pero esto será objeto de otra entrada donde intentaremos “traducir” ciertas técnicas utilizadas para llevar a cabo ese secuestro.
Una de las formas de evitar vernos en algunos de estos “supuestos imaginarios”, es sin duda la navegación privada. Algunos de los navegadores más utilizados como Firefox o Chrome, permiten ser utilizados de forma privada o de incógnito, con el objeto de ocultar cualquier actividad que realicemos en la red cara al resto de usuarios que utilicen el mismo dispositivo que nosotros estamos utilizando.
Cuando activamos las opciones de “Nueva ventana privada”, en Firefox, o “Nueva ventana de incógnito”, en Chrome, lo que estamos haciendo realmente es “decir” a nuestro navegador que no guarde ningún tipo de información, por lo que no guardará ninguna cookie, como tampoco el histórico de navegación, los históricos de búsquedas en los buscadores, etc., etc. Independientemente de esto, se seguirán utilizando cookies, las que hemos llamado de sesión o temporales en los sitios webs que lo requieran (acceso con usuario y contraseña por ejemplo), por lo que nuestra información personal seguirá circulando pudiendo verse comprometida.
En definitiva, las cookies facilitan mucho nuestra navegación, automatizando al máximo nuestro paseo por Internet, pero por otro lado pueden ser motivo de nuestros “males”, dado que como ya hemos visto tienen como finalidad el tanto el control de los usuarios, en determinados sitios web, como el análisis de los usuarios para saber sobre sus hábitos de navegación, ambas funciones ponen realmente en peligro nuestra privacidad en caso que caigan en manos de desaprensivos “ciberdelincuentes”.
La solución para evitar estos “problemillas” de seguridad no pasa por desactivar totalmente las cookies, puesto que hará que algún sitio web no funcione correctamente, por ejemplo a la hora de hacer compras online y tengamos que ir “guardando” nuestras compras en el “carro de la compra” de nuestra “cibertienda”.
El problema, de «las galletas de Internet«, ha generado que finalmente se tenga que regular mediante la conocida como “Ley de cookies”, con el fin que los usuarios sepan en todo momento que ocurre con su información personal, y estableciendo que, entre las obligaciones de los propios sitios web, se deba informar a sus usuarios del uso de “cookies”, como hacemos en este Blog mediante la Política de Privacidad, donde también informamos sobre la eliminación de cookies, configuración de los navegadores, tipos de cookies, y todo lo que deberíamos saber sobre ellas. (Ver información).
Lo que sí podemos, y debemos, hacer es mantener unas normas mínimas de seguridad para evitar que nuestras galletas se las coman los malos. Todo pasa por:
- Borrar nuestro histórico de navegación y nuestras cookies de forma habitual.
- No aportar información personal en sitios webs que no sean confiables.
- Configurar nuestros navegadores de forma que podamos gestionar de forma segura nuestras cookies, eligiendo en cada momento las que queremos utilizar y las que no.
Y como siempre tener actualizados nuestros sistemas operativos y antivirus.
Aunque ya sabéis que en Internet…
Nosotros somos nuestra mayor vulnerabilidad, pero también somos nuestro mejor antivirus.
Nos vemos en la Red…

Pingback: Bitacoras.com